Vivimos conectados. Desde que suena la alarma del celular hasta el último mensaje antes de dormir, dejamos una huella digital constante. Trabajamos en la nube, almacenamos archivos, usamos inteligencia artificial, navegamos entre aplicaciones, plataformas y redes sociales. Todo esto, que nos facilita la vida, también nos vuelve más vulnerables: a los ciberataques, a la pérdida de información, a la invasión de nuestra privacidad.
Por eso, la ciberseguridad es hoy una prioridad global. Pero, ¿qué costo ambiental tiene mantenernos seguros en el mundo digital?
Cada vez que subimos una foto, compartimos un archivo o se detecta una amenaza en un sistema, se moviliza una infraestructura digital gigantesca que no vemos: centros de datos, redes de telecomunicaciones, servidores, sensores, firewalls, sistemas de detección y monitoreo continuo.
Todo ese engranaje necesita energía. Mucha energía.
Según datos de IEA, los centros de datos consumen alrededor del 1 % de la electricidad mundial y se estima que emiten el 0,2 % de los gases de efecto invernadero globales. Solo en 2022, los centros de datos y las redes asociadas consumieron 460 teravatios hora (TWh), y se proyecta que esa cifra se duplique hacia 2030 si no se implementan medidas sostenibles.
Además, el crecimiento de tecnologías como la inteligencia artificial, que requieren procesos intensivos de cálculo y almacenamiento, está disparando a un ritmo acelerado el consumo energético. Y la ciberseguridad, como pilar de este ecosistema, también aporta su cuota de impacto.
Uso de energías limpias: Empresas como Google, Microsoft o Amazon han comenzado a operar sus centros de datos con energía 100 % renovable, apostando por la solar, eólica o geotérmica. Esto no solo reduce emisiones, sino que posiciona a la industria tech como actor clave en la transición energética.
Eficiencia algorítmica: Se están desarrollando algoritmos verdes, que realizan tareas complejas (como detección de amenazas o cifrado de datos) con menor consumo de recursos. En España, por ejemplo, el gobierno impulsó el Programa Nacional de Algoritmos Verdes para fomentar esta innovación sostenible.
Gestión responsable del hardware: El reciclaje y la correcta disposición de equipos obsoletos (como servidores, routers, discos duros) son fundamentales para evitar que se conviertan en residuos tóxicos o generen vulnerabilidades si contienen información sensible.
Cloud sostenible: Elegir proveedores de nube que utilicen centros de datos ecológicos también es una forma de reducir el impacto. Algunas startups ya están creando “green clouds”: soluciones de almacenamiento digital con bajo consumo energético y emisiones mínimas.
Cada vez más organizaciones incorporan un enfoque ASG (ambiental, social y de gobernanza) en sus decisiones estratégicas. En este marco, la ciberseguridad sustentable se vuelve una pieza clave:
En palabras simples: no se trata solo de proteger los datos, sino de hacerlo de forma consciente y responsable.
La transformación digital y la transición ecológica no son caminos opuestos. Al contrario, pueden —y deben— avanzar juntas. En este equilibrio, está gran parte del futuro que queremos.
Fuentes: