Shein volvió con todo a la Argentina. Desde que se liberaron las restricciones a las compras internacionales, sus paquetes vuelven a llegar sin freno a casas de todo el país. Y es entendible: ropa en tendencia y baratísima, con precios que no encuentran competencia en el mercado local.
Pero, ¿alguna vez te preguntaste qué hay detrás de una remera que cuesta menos que un café?
En este artículo no venimos a juzgar a nadie. Pero sí a abrir una conversación necesaria: sobre consumo, sobre industria nacional, sobre cómo funcionan estas plataformas que nos tientan con descuentos, y sobre las consecuencias (visibles e invisibles) de cada compra.Se trata de aportar datos que nos ayuden a mirar el fenómeno con una lupa un poco más amplia.
Sí, leíste bien. Entre 6.000 y 10.000 artículos nuevos cada 24 horas. Es un ritmo que supera incluso al fast fashion tradicional como Zara o Lefties. Este modelo se llama ultra fast fashion y funciona con una lógica brutal: producir poquitas unidades, probarlas en redes, y si se venden bien, fabricar en masa. Si no, se descartan. Así de simple.
Esto significa que detrás hay un nivel de presión e inmediatez que muy pocas fábricas pueden sostener sin precarización.
Investigaciones de medios internacionales (como Channel 4 y Public Eye) revelaron que muchas de las fábricas que trabajan para Shein en China operan con jornadas de hasta 18 horas, sin días de descanso y en condiciones laborales mínimas. Y si bien la empresa respondió que audita sus proveedores, la trazabilidad de su red sigue siendo opaca.
Es muy difícil saber quién hizo esa prenda que te llegó en el último haul, cuánto cobró y en qué condiciones trabajó.
Según la ONU, la industria de la moda ya genera el 10% de las emisiones globales y el 20% de las aguas residuales industriales. En este contexto, empresas como Shein empeoran aún más el panorama.
Las prendas están hechas en su mayoría de telas sintéticas derivadas del petróleo (poliéster, elastano), que tardan siglos en degradarse. Y como salen tan baratas, muchas terminan tiradas a los pocos usos.
En Ghana, por ejemplo, ya hay playas convertidas en vertederos textiles. Literalmente, montañas de ropa descartada que nadie quiere.
Shein no es solo una tienda. Es una máquina de marketing y datos. La app analiza tu comportamiento en tiempo real: qué mirás, cuánto tiempo, qué agregás al carrito, qué likeás.
Y con eso, te muestra lo que sabe que te va a tentar. Te empuja a comprar con temporizadores falsos, mensajes de “¡Últimas unidades!” o ese famoso “confirmás que no querés aprovechar esta oferta?”. Lo que se conoce como dark patterns: técnicas para manipularte.
Un informe europeo encontró que Shein usa más de 18 de estas prácticas, más que cualquier otra marca.
Este junio de 2025, la Unión Europea le notificó oficialmente a Shein que podría estar infringiendo las leyes de protección al consumidor. Le dieron un mes para responder, y de no hacerlo, se expone a multas millonarias.
También se aprobó en Francia una “Ley anti-Shein”, que incluye un impuesto ambiental por prenda y limita la publicidad de moda ultra rápida a través de influencers.
Mientras las ventas de indumentaria nacional se desploman, Shein rompe récords. No solo compite deslealmente en precio: lo hace sin pagar impuestos, sin producción local, sin controles claros.
Y la industria textil argentina —donde el 80% del empleo está en pymes familiares o cooperativas— no puede pelear contra eso. ¿Cómo compite una remera hecha con salario registrado y producción responsable contra otra que llega desde China a $1.500 con envío gratis?
No se trata de prohibir ni de culpar. Se trata de tomar conciencia. De saber que ese precio tan bajo tiene un costo que alguien más está pagando: en otro país, en el ambiente, o en nuestra propia industria.
¿Podemos pensar otra forma de consumir? No hay una respuesta única, pero sí muchos pequeños gestos que suman. No todo está perdido.
Frente a la vorágine de la ultra fast fashion, cada vez más personas eligen caminos diferentes: el movimiento slow fashion, que apuesta por prendas de calidad, hechas para durar, producidas con respeto por el medio ambiente y las personas; o el vintage y la segunda mano, que le dan una segunda vida a la ropa y evitan que nuevas prendas se fabriquen sin necesidad.
También están quienes apoyan a diseñadores locales y talleres independientes, fomentando la economía circular y el consumo responsable. Porque pensar la moda no solo como tendencia o precio, sino como una elección consciente.
Influencer Marketing Hub (2023). Estrategias digitales de Shein para maximizar ventas online. Disponible en: influencermarketinghub.com